El locoto y sus orígenes

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Los ajíes son por excelencia el ingrediente que ha dado por siglos la fuerza e intensidad a la comida, desafiando a los paladares más valientes. Desde los chiles piquines y poblanos que caracterizan la gastronomía mexicana, hasta los ajíes silvestres como el kitucho al sur del continente, han hecho del capsicum el “Ingrediente de América” al ser originario de este continente.

Diversos estudios establecen que en Bolivia contamos con más de 30 tipos diferentes de ají, entre los que se encuentran el ají Chicotillo Dulce, variedad de ají alargado de un rojo intenso, que combina el extremo picor del ají chicotillo con el dulzón del pimentón, o el tradicional Churcu, un ají alargado y amarillo, que se seca y se prepara especialmente para la U’chu Llajwa (o la “llajwa Amarilla”) que acompaña diversas meriendas.

Y dentro de esta variedad tenemos al exquisito LOCOTO, una hortaliza, que complementa de manera ideal nuestras comidas con sabores intensos y una experiencia única para el paladar.

Eso sí, cuidando de no “enojarlo” o agitarlo haciendo que las pepas que contienen el picante sabor impregnen la carne de la vaina. Solo o machucado con tomate y quirquiña en una deliciosa llajwa, el locoto es parte vital de nuestra gastronomía.

Amarillos, verdes o rojos, los deliciosos locotos también cuentan con propiedades medicinales, y contrariamente a lo que se podría pensar, son excelentes protectores del estómago.

Ulupica, la madre de todos los ajíes

Las reconocidas escritoras Rita del Solar y Lupe Andrade, realizaron un estudio cuidadoso de las investigaciones del botánico norteamericano W. Hardy Eshbaugh, quien demostró claramente que el ADN de todos los ajíes del mundo, tenían un mismo origen.

Un origen chiquitito, redondito, que toma el color y la forma de una cereza pequeña y que su cuna, donde se lo encuentra hasta la actualidad, está en los valles mesoandinos de Cochabamba y Chuquisaca: La ulupica.

El libro “Ají regalo de Bolivia al mundo”, establece que existen restos de ajíes o “uchus”, como se llaman en lengua quechua, que se hallaron en investigaciones arqueológicas, mostrando hace 7500 años que se vienen utilizando para condimentar los alimentos.

Este artículo es escrito en colaboración con MIGA

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