Julia Marianett Velasco nos trae un texto entrañable para este día de Todos Santos, para La Sobremesa de Azafrán de esta semana.
A fines de los noventa estudiaba antropología boliviana y a pesar de tratarse más sobre culturas andinas era un tema fascinante para mí, reconocerme en esas costumbres era avivar mi identidad, hace tanto tiempo, hace tantos conocimientos, hace tantas cosas olvidadas/transformadas, y sí, he olvidado muchas cosas de entonces a hoy, pero recuerdo un Todos Santos, el día de la presentación de trabajos finales, un grupo recreaba las costumbres de esta fiesta[1] de algún pueblo cochabambino y entre eso un mast´aku (dinámica del armado de la mesa o altar en el que se arma con varios elementos sobre todo alimenticios ofrendas para el muerto) trajeron dulces, frutas, masitas y comida, yo creo que me invitaron un guiso de trigo… No recuerdo el sabor pero sí su color (rojo) y una costilla frita encima, recuerdo la cara de los estudiantes sonriendo con orgullo, sus manos extendidas ofreciendo los alimentos, y algunas frases:
“El altar debe estar armado con cañas de azúcar, estas servirán como un bastón para ascender nuevamente al cielo, las flores de cebollas sirven para que el muerto pueda llevarse agua para el camino…”
En estas fechas la dinámica, hasta donde sé, está dividida en tres grupos:
· Las almas/animas de los muertos que llegan a visitar a sus familiares
· Los dolientes o familiares cercanos al muerto preparan y compran los elementos del altar, arman el altar y reciben a los visitantes
· Los visitantes acuden a los altares a rezar por el muerto/s y los dolientes en gratitud los alimentan con guisos, frutas, masitas.
Hoy me reconozco desde muchos recuerdos, desde muchos sabores, desde muchas dinámicas aunque ninguna vez antes me sentí visitante, doliente o alma. Recuerdo una vez sería el 88 a finales de octubre, el cielo nublado y el viento que traía olor a leña quemada, en esa época mi abuela tenía un horno de barro en el segundo patio de su casa, había que preparar un altar público,[2] por lo que se esmeraban en hacer las ofrendas: galletitas de naranja, avena, chocolate, maíz con forma de pájaros y flores (las que más me gustaban de forma, eran como pequeñas figuras de arcilla en 3D), pan de muertos: un pan suave anisado, dulce y amarillo, rollos de queso, queques y bizcochuelo, y para mí era un juego, pero aún recuerdo sus sabores.
Este año es el primero en toda mi vida que tengo un alma (mi abuelita) a quién recordar y espero hacer cosas deliciosas: canillitas, bizcochuelo, rollo de queso, sopita de quinua, ají de achacana, miskiplato, que llegue y sea feliz.
[1] En la fiesta de Todos Santos se recuerda a los muertos, se cree que sus almas llegan a este mundo el 1 de noviembre al medio día y se van al día siguiente, pueden llevarse las ofrendas que se dejan en un altar.
[2] Las familias que hacen altares los hacen siempre. pero si tienen un muerto ese año lo hacen público para que él que quiera pueda rezar por él y por lo tanto merecer un agradecimiento (comida).