Aceite de oliva vs. Aceite de girasol: todo lo que debes saber sobre ellos

Tiempo de lectura: 3 minutos

El aceite es un elemento fundamental para un sinfín de preparaciones, pero también para formar parte de nuestra dieta diaria. En la actualidad, existen innumerables tipos de aceites provenientes de diferentes ingredientes. Sin embargo, el debate ha estado mayormente enfocado en dos de los más grandes y comunes: el aceite de girasol y el aceite de oliva. 

En esta guerra han intervenido muchos mitos, pero también verdades que deben salir a la luz para comprender mejor todo lo que nos puede ofrecer cada uno de ellos, y así utilizar el que mejor convenga para nuestra dieta o nuestro estilo de vida apuntando siempre a nuestra buena salud. Por ello, hoy queremos contarte más sobre estos aceites, así tendrás una visión más profunda.

El aceite de oliva

Este, como otros aceites, se compone de 99,9% de grasas, pero estas en su mayoría son grasas monoinsaturadas (alimentarias). Además, dentro del mismo tipo ofrece también un mínimo de ácidos grasos poliinsaturados para el organismo y un porcentaje de saturados. A su vez, aporta vitamina E que tiene un gran efecto antioxidante en pequeñas proporciones.

Existen muchos tipos de aceite de oliva, pero se reconoce que el aceite de oliva extra virgen es el que mayor proporción de grasas poliinsaturadas contiene, entre ellas el omega 3 de origen vegetal o ácido alfa linolénico. Asimismo, es fuente de polifenoles con efecto antiinflamatorio semejante al ibuprofeno y antioxidante, por lo tanto, es siempre el más recomendable.

Debido a muchos de estos compuestos, su consumo se ha asociado con una menor incidencia de enfermedades metabólicas como la diabetes, la obesidad o la hipertensión e incluso, podría contribuir en la prevención de enfermedades degenerativas como el cáncer según un estudio publicado en la European Journal of Cancer Prevention.

En cuanto a su labor en la cocina, el aceite de oliva sobre todo el refinado y virgen, son bastante resistentes a las altas temperaturas, teniendo su punto de fusión o humeo aproximadamente entre los 210°C. Por ello, suelen ser de los aceites más recomendables para someter a cocción sin que se alteren sus grasas inhibiendo el origen de, por ejemplo, ácidos grasos trans.

También vale decir que el virgen o virgen extra es de los mejores para condimentar o consumir en crudo, mientras que el que no, es una buena opción para cocinar y someter a calor. Eso sí, existen ciertos tipos de aceite que tienen un sabor muy predominante, algo que puede no gustar a todos.

Aceite de girasol

A diferencia del anterior, el aceite de girasol tiene un sabor neutro y un mayor porcentaje de ácidos grasos poliinsaturados, por lo que ofrece menos grasas monoinsaturadas. Sin embargo, también posee sus propias virtudes como contener uno de los dos únicos ácidos grasos que el cuerpo humano no es capaz de sintetizar: el ácido linoleico (Omega 6), lo que lo convierte en una excelente fuente de ácidos grasos esenciales. Cabe resaltar también que la proporción de ácido oleico no es insignificante, pues contiene un 22%.

Por otro lado, y siempre que sea virgen (porque también existe el aceite de girasol virgen), es también muy rico en vitamina E, quizás en una cantidad más significativa. Eso sí, como el de oliva, aporta en total un 99,9% de grasas, pero no aporta polifenoles.

Aparte de ser muy utilizado en diversas ensaladas, el aceite de girasol suele ser mucho más apropiado desde un punto de vista organoléptico para ligar salsas y mayonesas, debido a que nos ofrece untuosidad y un sabor mucho más suave que respeta los otros elementos, cosa que puede fallar con ciertos aceites de oliva. Un punto importante a tomar en cuenta es que es más tendente a formar polímeros similares a las grasas saturadas y trans por el efecto de la temperatura, pues no es tan resistente a ella.

Si bien el aceite de girasol no es un alimento directamente malo para la salud, se recomienda consumirlo moderadamente y de preferencia crudo, así se pueden aprovechar sus cualidades sin temer a que estas se reviertan y más bien termine generando daño. Por ello, ahora que sabes más sobre estos dos grandes de la cocina, te toca a ti saber administrarlos en tu menú y tu modo de alimentación disfrutando de sus beneficios.

Y tú, ¿qué aceite sueles usar más?

Compartilo en

Exit mobile version