Rosquetes bolivianos: una dulce muestra culinaria con mucha historia

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Los rosquetes son masas dulces elaboradas y consumidas en más de una región del país que cautivan el paladar de quienes las prueban. Su indistinguible tamaño y llamativo color enteramente blanco otorgado por el glaseado que los recubre han formado parte de nuestra cultura gastronómica desde hace muchos años. Sin embargo, con el pasar de los años, se les ha atribuido muchas versiones para explicar su procedencia. 

Por ello, hoy queremos presentarte las más conocidas:  

Tarija

Estas primeras versiones y leyendas residen en el departamento de Tarija, específicamente en la provincia Méndez, donde sus pobladores se sientes representados por los rosquetes. Eso sí, como la mayoría, concuerda en la influencia española durante la época colonial, cuyas recetas habrían dejado un legado para luego ser adaptado por los bolivianos. 

Se cuenta que, en esta época, el rosquete se preparaba exclusivamente en ocasiones especiales, pero con el tiempo y por su delicioso sabor, se hizo más requerido en el valle sanlorenceño, ahora sur de Bolivia. Su elaboración a partir de su llegada, entonces, se comenzó a transmitir de generación en generación para llegar a lo que es hoy en día. 

La historia también está relacionada con la religión católica, pues según se relata, su forma representa a la corona de Cristo, incluso, los picos que se logran con el merengue corresponderían a las espinas, por lo que se relacionaría con tal creencia religiosa. Otras versiones dicen que representa la corona de los ángeles.

Foto: El País Tarija

Esta última hace referencia a una leyenda relacionada con los ángeles que según se dice, “descendieron a ver cómo vivían los hombres y las mujeres de San Lorenzo”. Estos se habrían camuflado como humanos para entrar a la tierra y para ello se quitaron las alas y dejaron sus aureolas en un lugar secreto. Luego de pasar tanto tiempo en la tierra, decidieron volver al cielo, pero al intentar recuperar sus pertenencias no las encontraron más. Y para dar sentido a la historia, debido a su sufrimiento por la pérdida, una señora compadecida les habría ofrecido su ayuda, preparando para ellos masas: un rosquete que reemplazaría a las aureolas y unas alas que ahora conocemos como empanadas blanqueadas.  

Por otra parte, existen otras versiones que aseguran que los españoles no son los creadores del rosquete, sino que ellos adaptaron y copiaron la receta de reposteros judíos, pues se sabe que estos ya sabían preparar estas masas sin levadura, dándole la forma de rosca como representación de la corona de Jesús. A partir de ello, los españoles adquirieron también la costumbre de celebrar el advenimiento del Señor Jesús y la Pascua con estos panes similares.

Punata

Los rosquetes también son representativos de Punata, municipio de Cochabamba. Esta versión relata su origen en el siglo XVIII, explicando que estos fueron creados en base a la rosquilla española y adaptada con receta francesa. La preparación estuvo a cargo del panadero más popular de Punata y fue quien amasó y moldeó primero unas roscas pequeñas hechas de harina blanca de trigo especial, pero “de manera muy diferente a la rosquilla de los peninsulares”.

Foto: Los Tiempos

El rosquete punateño, entonces, habría sido resultado de diferentes pruebas hasta llegar a la receta perfecta que ahora se hace presente en muchas fechas importantes para la región como Semana Santa, Corpus Christi, Virgen del Carmen, Señor de los Milagros, Santa Vera Cruz, Urkupiña, entre otras.

Su preparación

Según la receta tarijeña, para preparar alrededor de 350 unidades dirigidas a la venta hacen falta 180 huevos, entre ellos algunos criollos, que son batidos durante una hora. Una vez que esta preparación consigue una textura cremosa, se vierte poco a poco cañazo (aguardiente) para luego agregar harina y azúcar consiguiendo una masa ligera y elástica. Los expertos afirman que el sobado que corresponde es un paso clave que puede demorar más de cuatro horas. 

Una vez lista y perfecta, la masa se corta en pequeños pedazos que a continuación se estiran manualmente para formar las roscas, que desde luego se dejan reposar. Luego del tiempo de espera, estas se hierven en un recipiente lleno de agua (en la base se acomodan chalas de choclo), alcanzando hasta 40 unidades que flotan hacia la superficie. Cuando están listas, son inmediatamente retiradas con la ayuda de un palillo de madera.

Foto: Los Tiempos

Después de este proceso, los rosquetes son llevados al horno de leña que son los únicos que consiguen reventar la masa por acción del calor. Por último, se blanquea cada una con el glaseado hecho de claras de huevo, azúcar y limón. 

Fuentes: Bolivia es Turismo, Opinión, Nuevo Sur, El País

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