Limones desde Perú, porotos kenianos, espárragos chinos… Estos son los productos que viajan un millar de kilómetros hasta llegar al consumidor, mientras que los productos de “kilómetro cero”, también llamados de “proximidad” o de “cadena corta”, se cultivan, preparan y comercializan de forma local, lo que conlleva muchas ventajas para nuestro planeta.
Esto dado que los alimentos resultan más frescos y próximos a los consumidores finales y lo más importante, lejos de dejar una huella ecológica monumental. Como compradores, cada vez más pedimos más “alimentos de calidad, frescos y locales”, por lo que optar por este tipo de ingredientes puede ser una gran solución.
Debes saber que los seguidores de este movimiento del kilómetro cero, para explicarlo mejor, resaltan la importancia de la distancia entre productores y consumidores, apostando a que se encuentren lo más cerca posible. Para ser más precisos, en un radio de acción de 100 kilómetros como máximo.
Este es parte de otro movimiento del que ya te contamos: “Slow Food” (“comida lenta”, por su traducción al inglés), que inició en 1986 gracias al italiano Carlo Petrini, que es el impulsor del concepto. Ahora que ya lo conoces, déjanos contarte sus cualidades y ventajas:
Ventajas
Disminuyen la huella ecológica que deja el transporte de alimentos
El transporte internacional de alimentos representa un impacto ambiental monumental en el que intervienen la contaminación, las emisiones de gases de efecto invernadero que inciden en el cambio climático, la generación de residuos que se genera por la necesidad de una mayor ocupación en embalaje, el desperdicio de alimentos por los sistemas de refrigeración o el movimiento o el traslado de especies de otros lugares que luego se convierte en invasiones.
Si estas distancias se acortan, la huella ecológica que se desprenden de estos productos también. Cabe destacar también que el apoyo a la producción local quiere decir defender la biodiversidad doméstica que actualmente está puesta en peligro, pues se incentiva la supervivencia de las especies tradicionales.
Tenemos alimentos más frescos en las cocinas
Los alimentos orgánicos como frutas o verduras tienen más propiedades y un mejor sabor y olor al encontrarse frescos y ser comprados de la misma manera, lo que repercute también en los productos que vayan a elaborarse con estos. Por otra parte, los mismos no reciben los tratamientos de conservación o congelación que requieren aquellos que se trasladan desde regiones lejanas, por lo que nuevamente se consigue proteger la elaboración de platos típicos de las regiones que se trabajan con productos locales.
Refuerzan la economía local
Al comprar este tipo de ingredientes, la economía local, en especial la de los pequeños y medianos productores, se refuerza y se le da la importancia que merecen. Además, de esta manera, ellos pueden conservar las variedades propias del lugar. Así, un lugar que mantiene el empleo de forma local termina beneficiando a toda la comunidad.
Incluso, en este caso, el consumidor también podría convertirse en productor, al menos de algunos de sus alimentos si decide cultivarlos en su propio huerto urbano, con lo que no solo consigue practicar un hobby saludable y ecológico, sino también ahorra dinero en compras.
Existe una mayor conciencia de lo que comemos
Siguiendo esto como un estilo de vida, los consumidores se preocupan cada vez más de lo que consumen y de dónde viene, pues naturalmente piden estar más informados sobre el origen de los alimentos y sus métodos de elaboración, para lo que estos productos son perfectos.
Puede que con estas ventajas se te hayan venido a la cabeza solamente alimentos frescos en su estado natural, pero déjanos contarte que también pueden formar parte del movimiento aquellos que llevan un proceso más complicado siguiendo algunas normas. Slow Food suele propiciar una etiqueta que certifica que se trata de un producto con características del kilómetro cero para que los clientes puedan saberlo.
Pero, como quizás esto no se ha implementado en todos los países, podrías tomar en cuenta las siguientes características: si se trata de una gama de productos, al menos cinco deben ser “km 0” y de sus ingredientes, el 40% como mínimo, deben ser locales. Además, se debe comprobar que la empresa recicle los residuos generados.
Ahora ya lo sabes, formar parte de este movimiento es tan sencillo como comprar alimentos locales y apoyar a aquellos que los producen, pues sin ellos nada sería lo mismo. Aprovecha que contamos con mucho de ello en nuestro territorio y disfruta de todo lo que tienen para ofrecernos los alimentos.
Y tú, ¿serás parte del movimiento?
Fuentes: Consumer, Gn Diario, Público